Hace 11 años que Renata Vilela, de 34 años, renació. Su segundo nacimiento fue posible después de que su madrina, Andrea Reusing, le donó un riñón para trasplante. El procedimiento se realizó en el Hospital de Riñón e Hipertensión, en São Paulo, a través del Sistema Único de Salud (SUS), que garantiza atención gratuita en la red de salud pública.
Según la Asociación Brasileña de Trasplante de Órganos, Brasil es el segundo país del mundo en número absoluto de trasplantes. También es, según el Ministerio de Salud, el más grande sistema público de trasplantes. Actualmente, un 95% de los procedimientos realizados en todo el país son financiados por el Sistema Único de Salud.
“Aunque se llama así, no siento que tengo una sobrevida. Siento que tengo una vida plena y satisfactoria. Puedo trabajar, puedo estudiar, puedo salir, puedo producir, puedo soñar. Lo cual es muy diferente de cuando ubo está en un tratamiento de diálisis, que impide viajar. Es como si ella [la madrina] me hubiera dado a luz por segunda vez. Mi madre me dio a luz por primera vez; mi madrina por segunda vez”, dijo Renata a Agência Brasil.
Vida plena
“Tengo 34 años y un riñón de 65 años que me garantiza vivir plenamente y ser feliz. Mi madrina no solo me devolvió la capacidad de soñar, sino la posibilidad real de hacerlo, de convertir mis sueños en realidad. Hoy trabajo con algo que amo, vivo en una ciudad que amo, tengo posibilidades de estudiar, conocer gente, relacionarme, trabajar por lo que creo y todo esto se lo debo a la segunda vida que me dio mi madrina”, dijo la joven.
Renata tenía 19 años cuando descubrió que tenía una enfermedad renal después de una anemia muy fuerte. Durante tres años y medio se sometió a sesiones de diálisis y restricciones dietéticas. Llegó a estar por un mes sin comer nada más que carbohidratos. Y fue en este punto que, después de no resistir y comer una mandarina, tuvo una complicación grave y estuvo a punto de morir.
Durante el tratamiento, sus familiares fueron evaluados para verificar si alguien podría donarle un riñón. “No tengo hermanos, mi padre también es hijo único. Mi madre no pudo donarme porque ya había donado a mi padre. De la familia de mi madre, nadie podía donar por problemas de salud. Y mis primos tenían un tipo de sangre diferente al mío. Pasó el tiempo y desafortunadamente en la familia no pude encontrar a nadie”, dijo.
Una vez que no había donantes posibles entre sus familiares, Renata se registró en una lista de espera nacional para trasplantes. El año pasado, la lista ya totalizaba cerca de 40 mil personas, de las cuales 12.460 necesitaban un riñón. “Durante tres años y medio estuve en la fila, esperando por un donante. Y esta es una fila única, administrada por el SUS, de una manera muy correcta”, dijo.
“Sin embargo, mi situación empeoraba. La diálisis ya no funcionaba tan bien. Fue entonces cuando mi madrina de bautismo, que era una amiga de mi madre desde su niñez, le preguntó: ‘¿Por qué no puedo donar a Renata?’.”
Las pruebas fueron positivas y la madrina pudo donarle el riñón a Renata. Desde 2008, cuando se sometió a la cirugía, ha vivido bien. “El trasplante no es una cura, sino una terapia renal constitutiva, un tratamiento, como la diálisis. Pero es un tratamiento que garantiza una calidad de vida mucho mejor y mucho más extendida, una independencia mucho más grande. Puedo comer casi cualquier cosa, excepto fruta de estrella. Puedo viajar. Tan solo hago exámenes y citas médicas cada dos meses y tomo a diario los medicamentos provistos por el SUS. Es una vida normal”, dijo.
Donación transformadora
Renata enfatiza la importancia de la donación de órganos por parte de los parientes de quienes sufrieron muerte cerebral. “Que piensen en estos órganos como una prolongación de la vida de sus seres queridos. Para aquellos que eligen donar órganos en vida, como un riñón, un pedazo de hígado, médula o sangre, que sepan que eso cambia la vida de una persona”, dijo Renata. “Es un gesto que transforma la vida del receptor y del donante”, dijo.
Ella señala que todo el proceso fue realizado por el SUS, donde se sintió respetada y en manos de buenos profesionales. “Hasta hoy el SUS me mantiene viva al proporcionarme medicamentos gratuitos de alto costo.”
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